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sábado, 16 de agosto de 2014

COSAS DE DUENDES Muerte inmerecida

Resultado de imagen para foto de robin williamsAl enterarme del suicidio del actor Robin Williams me sentí traicionada. Él se había convertido en una fuente de aliento para mí. Solía buscar en internet una escena de la película “El Indomable Will Hunting”,
el filme que más he visto en mi vida. En la escena en cuestión Robin Williams le  da una tremenda lección a Will Hunting, interpretado por Matt Damon, un joven genial pero rebelde que pretendía analizar a todos los psiquiatras que se le ponían por delante hasta que se topó con el personaje que encarna Williams.  Will ve una pintura  hecha por  el  psiquiatra y  predice que éste está deprimido porque su esposa lo dejó por otro hombre, cuando, en realidad, ella había muerto de cáncer. El personaje de Williams le responde al de Damon que aunque  es un hombre genial, que se había leído una biblioteca, en realidad no sabía nada de la vida. No había amado, ni sufrido  y tampoco conocía lo vulnerable que  puede volvernos un sentimiento profundo.
Le explica que nadie podría decir que lo conoce porque leyó un libro sobre personas como él y, por lo tanto, tampoco él podría jactarse de saber a quién tenía delante porque había visto su pintura. Cuando me enteré que este actor inmenso se suicidó, para colmo colgándose de una ordinaria correa, sentí que yo había cometido el mismo error que Will Hunting. Creía que conocía a Robin Williams porque había visto sus películas. Pensaba que alguien tan increíble debía estar en control de su vida. Llegué a creer que Williams era el psiquiatra que, en la película, logró superar su propia depresión por la muerte de su esposa durante las terapias que ofreció a aquel huérfano genial, Hunting, que podía llegar a cualquier lado que quisiera y sin embargo se había convertido en un muchacho problema. 
Ahora pienso que Robin Williams se parecía más a Hunting que al psiquiatra que él interpretó. Pero su caracterización fue tan buena que logró convencernos, de lo contrario. Por eso no podía creer que hubiese muerto de una manera tan inmerecida. Que las drogas, con todos sus demonios, le ocultaran lo preciosa que era su vida. Y que aquel sabio, cuyas palabras escuché tantas veces, era solo la interpretación de un papel.

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