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martes, 26 de agosto de 2014

PADRE VICENTE IN MEMORIAM

Con motivo del 40 aniversario de la muerte del Padre Vicente (26 de agosto 1974), reproducimos artículo publicado por Luis Manuel Brito en el periódico El Nacional, el 17 de agosto de 1994.

 …Pero esos no llegan a Cardenales
Conocí un sacerdote, y conmigo una inmensidad de mocanos de entonces, que fue una persona sui generis: Juan Miguel Vicente Martín, o simplemente Padre Vicente.
Murió en un accidente vehicular, y su entierro fue apoteósico.
¿Qué mocano o residente allí no supo de él en vida y luego de su muerte?
Si al cabo de 40 años de su muerte ese 26 de agosto somos capaces de sentirlo en el agua que poco a poco sale de nuestros ojos, es porque lo sentimos profundamente. Y no todas las cosas humanas se sienten así.
El tiempo se encarga de dejar huellas. Él incrustó en muchas mentes una frase bíblica que jamás se ha borrado desde entonces: “Nadie es mejor amigo aquél que da su vida por los demás”.
De físico bastante agradable para nuestras latitudes, nunca se sintió atraído, y no por falta de oportunidades y proposiciones, a renunciar a su sacerdocio por el amor de una mujer hermosa.
“Señor–decía-que mi pasión por ti no sea velada por ningún ser ajeno a nuestro amor”. Tal vez fue necesaria su desaparición física para forjar más en nosotros sus numerosos ejemplos de virtud y humildad humanas.
Por defender a sus jóvenes tuvo problemas con autoridades locales, hasta el punto de recibir amenazas de deportación hacia su país: España. Acólitos del gobierno de turno, sentían que no estaba bien hecho el que él practicara los lineamientos que la religión católica marca. Era un cura de aquéllos que no se conforman con rezar, o que rezan actuando. “Que los jóvenes conozcan a Cristo más por mi vida que por mi ridícula palabra”.
La ideología cristiana, pienso que él consideraba, no era solo para proclamarla, sino para practicarla cuando y donde fuese necesario. “Creer supone tomar postura de ataque contra lo injusto, y defender lo justo”.
Y por hacer esto fue que muchos jóvenes de entonces, una gran parte con mentalidad izquierdizante, nos vimos reflejados en él. Y podemos afirmar hoy, que esa palabra malcriada y desterrada del haber cristiano de los que dicen serlo y no lo demuestran, le calzó muy bien a él si consideramos que seguir las enseñanzas prácticas de Cristo es ser izquierdista. Una vez escribimos que la religión entendida como servicio, sin egoísmos rampantes, no podía ser opio. Y él me felicitó. Una vez nos enfadamos, y  me enseñó a perdonar, con la mayor de las humildades (él, que no necesitaba de m&iacuteWink.
Fue un sacerdote que dignificó su credo, que, teniéndolo como ejemplo, cualquiera se atreve a decir que es cristiano, sin tener que negarlo ni una sola vez. Hoy y ayer, ha habido otros que marchitan el fervor cristiano y no son izquierdistas ni tampoco defienden las ideas de Cristo. “El que acepta la injusticia, se hace culpable de traición. En un mundo lleno de injusticia, hay que sufrirla, no inconscientemente, sino luchando contra ella. El capitalismo fabrica hombres serviles, con buen salario; pero que no pueden pensar por su cuenta”.
En sus seis años en Moca, siempre fue un cura de barrio; un don nadie quizás, que fue creciendo cual palma frondosa y se mantuvo siempre estable en sus principios, sin abdicar jamás. Pienso que él llegó a tener los pies en el cielo, pero en la tierra también, y cumplió lo que Cristo le inspiró. No fue una flor marchita, sino multiplicadora de actitudes benignas. Muchos jóvenes de entonces, creo que todavía lo comprenden y lo asimilan. Fue una semilla germinada, no para ser utilizada como opio, sino como redención.
Nos decía: “No toda rebeldía es virtud; pero hay una que sí lo es: la rebeldía contra lo injusto, lo malo, lo hipócrita, lo agresor, rutinario”.
Ya han pasado 40 años desde entonces, y en su paso por la vida aún lo vemos tan tierno (apenas 33 años al morir), y con esa humildad tan engrandecedora que difícilmente esa generación podrá olvidar…

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